El Ingenioso Hidalgo don Nikote de la Banca
Capitulo II
Que trata de la primera salida de su tierra que hizo el ingenioso D. Nikote
Hechas pues esas prevenciones, no quiso aguardar más tiempo a poner en efecto su pensamiento, apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza, según eran los entrenamientos que pensaba realizar, chavales que enseñar, sinrazones que enmendar, ejercicios que mejorar y agradecimientos que enviar. Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana antes del dia (que era uno de los calurosos del mes de julio) se armó de todos sus pertrechos, subio a su automovil, puesta su mal patronada camisa de fuerza, apretó sus agarraderas, tomó las cadenas y por la puerta falsa de un corral salió al campo con grandísimo contento y alborozo de ver con cuanta facilidad había dado principio a su buen deseo.
Yendo pues conduciendo nuestro flamante aventurero iba hablando consigo mismo y diciendo "Quien duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a la luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salida tan de mañana desta manera: Apenas habia el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y melíflua armonía la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del zeloso marido, por las puertas y balcones del uruguayo horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso powerlifter Don Nikote de la Banca, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso auto, y comenzó a viajar por el antiguo camino del gimnasio."; y añadió diciendo: "¡dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrán a luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronces, esculpirse en mármoles, y pintarse en tablas para memoria en lo futuro! ¡O tú, sabio encantador, quien quiera que seas, a quien ha de tocar el ser el cronista desta peregrina historia! ruegóte que no te olvides de mi buen Golf Cabrio, compañero eterno mio en todos mis caminos y carreras". Luego volvía diciendo, como si verdaderamente fuera enamorado: "¡O princesa canario, señora deste cautivo horto! mucho agravio me habedes fecho en despedirme y reprocharme con el riguroso afincamiento de mandarme no parecer ante la vuestra fermosura. Plégaos, señora, de membraros deste vuestro sujeto de ano repujado, que tantas cuitas por vuestro amor padece." Con estos, iba ensartando otros disparates, todos al modo de los que sus libros le habían enseñado, imitando en cuanto podía su lenguaje: y con esto conducía tan despacio, y el sol entraba tan aprisa y con tanto ardor, que fuera bastante a derretirle los sesos, si algunos tuviera.
Vagó sin rumbo todo aquel día, y al anochecer se halló cansado, y su Golf casi sin combustible; mirando a todas partes por ver si descubriera algun gimnasio o algun polideportivo donde recogerse, y a donde pudiese remendar su mucha necesidad de entrenar, vio no lejos del camino por donde iba una casa con sótano, que fue como si viera una estrella que a los portales, si no a los alcazares de su entrenamiento le encaminaba. Estaba acaso a la puerta una rubia criatura, destas que entrenan a las ordenes del marido: y como a nuestro aventurero todo cuando pensaba, veia o imaginaba le parecía ser hecho, y pasar al modo de lo que había leído, luego que vio el sótano se le representó que era el Westside Barbell, sin faltarle sus cadenas, bandas elásticas y ruedas de tractor. Se llegó a la puerta de la casa, vio a la distraída moza que allí estaba, que a él le pareció Dave Tate que delante de la puerta estaba descansando entre series, y así, con extraño contento llegó al gimnasio y a la dama; la cual como vio venir un hombre de aquella suerte disfrazado, llena de miedo se iba a entrar a la casa, pero Don Nikote, coligiendo por su huida su miedo, con gentil talante y voz reposada le dijo: "non fuya vuestra merced nin tema desaguisado alguno, ca a la orden de power que profeso non toca ni atañe facerle a ninguno, cuanto más a tan brillante preparador y competidor como vuestra presencia demuestra". Mirábale la moza y andaba con los ojos buscándole el rostro; mas como oyó nombrar power, cosa tan fuera de su profesión, no pudo tener la risa. El lenguaje no entendido por la señora y el mal talle de nuestro Nikote acrecentaba en ella la risa, y en él el enojo, y pasara muy adelante si a aquel punto no saliera el marido, Peter Parker, hombre que por ser muy gordo era muy pacífico, el cual viendo aquella figura contrahecha, armada con pertrechos tan desiguales como eran las cadenas, los board y la camisa de fuerza, no estuvo en nada en acompañar a la criatura en su contento. Más en efecto, temiendo la máquina de tantos pertrechos, determinó de hablarle comedidamente, y así le dijo: "Si vuestra merced, señor powerlifter, busca entrenamiento amen del consejo, todo lo hallará en mucha abundancia en nuestro sótano". Viendo Don Nikote la bondad del dueño del Westside (que le pareció a él Peter y su gimnasio casero) respondió: "para mi, señor americano, cualquiera cosa basta, porque mis pertrechos y un par de barras oxidadas son todas las armas de mi pelear". Pensó Peter que el haberle llamado americano era por su nick, aunque él era andaluz de los de la playa de Sanlúcar, no menos ladrón que Caco, ni menos maleante que estudiante o paje. Y así le respondió: "según eso, las bancas de vuestra merced serán duras peñas; y siendo así bien se puede apear con seguridad de hallar en este gimnasio casero ocasión y ocasiones para entrenar todo el año." La criatura, que ya se había reconciliado con él, le ayudó a descargar los board y las cadenas, pero jamás supo ni pudo desencajarle la camisa ni quitarle las agarraderas; y así se quedó con la camisa puesta, que era la más graciosa y extraña figura que se pudiera pensar. Agradecido por su servidumbre, le dijo Nikote: "Don Nikote de la Banca es el nombre mio, y tiempo vendrá en que las vuestras señorías me entrenen y yo obedezca, y el valor de mi pectoral descubra el deseo que tengo de mejorar mis marcas". No hecha a oír semejante retórica, sólo le preguntó si quería comer alguna cosa. "Sea lo que fuere, venga, que el entrenamiento con peso no se puede llevar sin el gobierno de las tripas". Pusiéronle la mesa a la puerta del garaje, por el fresco, y trájole el cocinero polainas una porción del argamasado y mal batido Vitargo, tan espeso y mugriento como sus cadenas; pero era materia de grande risa verle comer, porque como tenía puesta la camisa no podía poner nada en la boca con sus manos si el otro no se lo daba y ponía; y así el buen Petapé, con la ayuda de la criatura servía deste menester. Todo este devenir confirmó a Don Nikote que se hallaba en el famoso Westside y que le servían Vitargo y con eso daba por bien empleada su determinación y salida. Más lo que más le fatigaba era el no verse federado power, por parecerle que no se podía poner legítimamente bajo barra alguna sin recibir la orden de powerlifter.
(fin del Capitulo II)