Boom del "fitness residencial": crecen los gimnasios en casa
Por pereza, por falta de tiempo, porque "queda lejos", porque los horarios no combinan con los escasos blancos de una agenda recargada, porque "mi hijo está enfermo", porque hace frío... Los argumentos y razones que dificultan la posibilidad de sostener una actividad física regular son múltiples y bastante razonables en sociedades con mucho estrés. La industria del fitness lo sabe mejor que nadie, pero no se rinde: la solución que encontró para ganar a esos clientes "resistentes" es acercar el gimnasio a sus propias casas. El anzuelo es atractivo, novedoso, y hay pique: el "fitness residencial" creció más de un 30% en el último año, según fuentes del sector.
Hablamos de la venta de aparatos y accesorios de gimnasia para uso hogareño, otra tendencia que el país importa del Primer Mundo con buenos pronósticos. "La decisión de armar un gimnasio en casa está en sintonía con una mayor conciencia respecto a la importancia de la actividad física y la vida saludable", coinciden los empresarios. Y cuentan que también influyen la inseguridad (el temor a hacer actividad física al aire libre), la falta de tiempo, la estabilidad económica y la esperanza de poder sostener un entrenamiento durante todo el año.
"El 90% de nuestras ventas son a clientes particulares, y crecieron un 40% desde 2006. El frío es un factor fuerte al momento de definir la compra, pero también asoma como una oportunidad para salir del sedentarismo sin salir de casa y sin robarle más tiempo a la familia a la vuelta del trabajo", dice Ariel Pleus, gerente de la firma Athletic Way.
"El negocio creció mucho en Capital y en el Interior. La cultura del entrenamiento está en auge. La gente no tiene tiempo y busca comodidad y mayor bienestar personal", coincide Miguel Nocera, de Gym Home. Las cintas de trote son el producto preferido por los clientes. Las siguen los elípticos (escaladores), las bicicletas, las multiestaciones de musculación y los accesorios como colchonetas, pesas, tobilleras, bandas elásticas, guantes y bolsas de boxeo.
La preocupación en torno a la promoción de la actividad física es mundial. Tanto se ha machacado en esa dirección que el interés por el cuidado de la salud empieza a desbordar impulsos individuales para hilvanar una nueva tendencia sociocultural y una "ideología" que disocia el tradicional binomio entrenamiento/sacrificio para inscribir al ejercicio en propuestas vinculadas al placer, la autoestima y el derecho a la calidad de vida.
"Hoy se sabe que el 70% de las enfermedades están ligadas al estilo de vida. Por eso los gobiernos empiezan a implementar programas de prevención que incentivan a ponerse en movimiento y el sector privado multiplica propuestas para hacer que la actividad física sea parte del estilo de vida de la gente: lanzan programas de entrenamiento más cortos y fáciles; fabrican novedosos aparatos de gimnasia para ejercitarse en casa; las empresas montan gimnasios para sus empleados; los edificios suman espacios de fitness; y los entrenadores personales dejan de ser un lujo de acaudalados", dice Guillermo Velez, de Mercado Fitness.
Ese es el marco que sostiene e impulsa el crecimiento de la industria del fitness (profesional y residencial) en todo el mundo. En la Argentina, se suman otros ingredientes: la inseguridad, que torna peligroso el entrenamiento en espacios públicos; la falta de tiempo libre, que obliga a arrinconar la actividad física al comienzo o final del día; la mejoría económica y la multiplicación de opciones de financiación, que vuelven más accesibles productos en general costosos.
"El interés por cuidarse y estar saludable es creciente. Hoy todas las constructoras proyectan en los edificios un gimnasio. Los consorcios vienen también a comprar sus máquinas y aparatos", cuenta Pleus. Walter Assain, de Industrias Gold, coincide: "El boom de la construcción repercutió directamente en los niveles de venta de aparatos para el hogar".
La tendencia es global. Datos internacionales arrojan que el 70% los aparatos de gimnasia que se venden son para uso residencial. Los productos vienen cada vez más sofisticados y seductores: hay, por ejemplo, cintas con pantalla de plasma y ventilación que garantizan confort y diversión a la hora ejercitarse. "La adquisición de estos productos empieza a distanciarse del impulso consumista que terminaba convirtiendo a la bicicleta o la cinta en perchero de rincón", asegura Velez. "Hoy es una decisión familiar —acuerda Pleus—. Si el aparato es de buena calidad lo usa hasta la abuela".