Atonito
New member
Ayer el gimnasio estaba petado. Todos los bancos de press estaban ocupados. Así que pedí a un chico que nos turnáramos ya que parecía levantar un peso parecido al mío. Y el chico, no sólo fue simpático, sino que me acabó convenciendo de que hiciera la misma rutina que él y que dejara a un lado la cartulina con las instrucciones del monitor. Al menos, por esa tarde.
Y joder, qué bien cuando alguien insiste en que puedes cargar mucho más peso. Que no te deja acabar en esa repetición, ni en la siguiente. Que te convence de que estás sobrado, que no lo pienses más. Que te pide que lo ayudes -y te enseña a ayudar- porque sabe que eso te hará sentir hábil. No es una cuestión técnica, es algo emocional, de alegrarse con los logros del compañero. De inyectar confianza.
Rompí mis récords y me divertí como nunca, claro. Hasta me convenció de que debía levantar más peso que él mismo -me saca dos cabezas-. No era consciente de que hacía mucho que andaba sobrado y por eso me estanqué. Si veis mis fotos, no parece que pueda levantar el peso que levanto. Pero sobre todo, cuando tus amigos gimnasiofóbicos te echan para abajo y los expertos desprecian tu esfuerzo, acabas creyendo que no puedes hacerlo. No lo piensas conscientemente, sigues trabajando duro por mera disciplina, pero en el fondo, ya te has rendido.
Las primeras semanas que empecé en este gimnasio, hace dos años, los monitores estaban dando un repaso general. Me miraron a mí y comentaron: "le falta mucho" y el otro, riéndose, responde: "¡Buah!, ¡le falta todo!". No me importó demasiado, pensé que ellos no tenían ni idea de la fuerza de voluntad que tengo. Pero a partir de ahí, cada vez que quiero preguntar algo o necesito ayuda para la última serie, debo interrumpir una conversación entre machos alfa para que el monitor, de mala gana, acompañe la barra en silencio, con la vista en el techo. Y al finalizar, rápidamente huye sin darme la oportunidad de darle las gracias. No entiendo esa actitud cuando te han visto esforzarte semana tras semana. No le pido que seamos amigos, pero... ya me entendéis. Al final acabas por no pedir ayuda porque lo que ganas en información lo pierdes en confianza.
Así que doy las gracias a aquellos que tratan a los más pequeños como iguales, que no sólo se fijan en los resultados evidentes. En algunos momentos, eso puede suponer muchísimo.
Y joder, qué bien cuando alguien insiste en que puedes cargar mucho más peso. Que no te deja acabar en esa repetición, ni en la siguiente. Que te convence de que estás sobrado, que no lo pienses más. Que te pide que lo ayudes -y te enseña a ayudar- porque sabe que eso te hará sentir hábil. No es una cuestión técnica, es algo emocional, de alegrarse con los logros del compañero. De inyectar confianza.
Rompí mis récords y me divertí como nunca, claro. Hasta me convenció de que debía levantar más peso que él mismo -me saca dos cabezas-. No era consciente de que hacía mucho que andaba sobrado y por eso me estanqué. Si veis mis fotos, no parece que pueda levantar el peso que levanto. Pero sobre todo, cuando tus amigos gimnasiofóbicos te echan para abajo y los expertos desprecian tu esfuerzo, acabas creyendo que no puedes hacerlo. No lo piensas conscientemente, sigues trabajando duro por mera disciplina, pero en el fondo, ya te has rendido.
Las primeras semanas que empecé en este gimnasio, hace dos años, los monitores estaban dando un repaso general. Me miraron a mí y comentaron: "le falta mucho" y el otro, riéndose, responde: "¡Buah!, ¡le falta todo!". No me importó demasiado, pensé que ellos no tenían ni idea de la fuerza de voluntad que tengo. Pero a partir de ahí, cada vez que quiero preguntar algo o necesito ayuda para la última serie, debo interrumpir una conversación entre machos alfa para que el monitor, de mala gana, acompañe la barra en silencio, con la vista en el techo. Y al finalizar, rápidamente huye sin darme la oportunidad de darle las gracias. No entiendo esa actitud cuando te han visto esforzarte semana tras semana. No le pido que seamos amigos, pero... ya me entendéis. Al final acabas por no pedir ayuda porque lo que ganas en información lo pierdes en confianza.
Así que doy las gracias a aquellos que tratan a los más pequeños como iguales, que no sólo se fijan en los resultados evidentes. En algunos momentos, eso puede suponer muchísimo.