Ayer, pese a las agujetas del entrenamiento del viernes, tenía ganas de hacer ejercicio, será por compesarme un poco emocionalmente, pero me tuve que quedar con las ganas...
Hoy aprovechando que amaneció soleado, y que mi marido iba con el peque a la vía verde a jugar con el balón, me fui con ellos decidida a correr.
Empecé muy bien, pero que poco me duró el entusiasmo... ¡Madre mía! ¡Sigue sin gustarme nada de nada! ¡Qué desastre! Tres minutos duré seguidos, fijo que no duré más... Eso sí, continúe el trayecto andando a paso ligero, que tampoco era plan de dar la vuelta. Y es que encima había cuestas, que hacia abajo muy bien, pero hacia arriba... Pues nada, que fui intercalando andar, carrera suave, andar y andar... y un sprint también hice, oye que me hace ilusión contarlo. Total que estuve unos 35 minutos. Bueno, y ni os imaginais cómo me he puesto de barro, y el pantalón negro... ni que me hubiera estado metiendo por las fincas... Mi marido se reia cuando se lo contaba, pensaba que había estado todo el rato corriendo y por todo el fango.
Después ya paseito en plan tranquilo y demás. ¡Anda que me quedé sin ganas hasta que se me olvide!